El anciano pasa su soledad sentado,
Entre las palomas de la Praça da Sé,
Mientras el sol, rojo y cansado,
Se coloca en el suelo del apartamento.
Rojos son tus besos, ardientes,
Casi arden, ardientes, sin velo,
Y tus ojos son dulces, serenos,
Rostro lánguido, reflejo del cielo.
Todo puede volver, volver atrás,
Y ese anciano podría ser yo:
En lo profundo del alma, un frío escalofriante,
Quien te pide un abrazo.
Pero el tiempo es un río, no cede, no se detiene,
Y la soledad es una sombra que permanece y es codiciosa.
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