La luna, ese laberinto oscuro y plateado
vino a bailar a mi ventana
dejando mis ojos
cegado por la belleza.
Había un toro, y ya no era toro.
Era un minotauro.
Y había un árbol triste, que no era el
árbol de la vida, y si,
el árbol del conocimiento del bien y del mal.
Y luego, como leí tantos libros, tuve que
desaparecer de la biblioteca sagrada
dejando mis ojos
cegado por la belleza.
Había un toro, y ya no era toro.
Era un minotauro.
Y había un árbol triste, que no era el
árbol de la vida, y si,
el árbol del conocimiento del bien y del mal.
Y luego, como leí tantos libros, tuve que
desaparecer de la biblioteca sagrada
y me fui
sin decir adios
de los que me odiaron.
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