si trump, el lunático americano, recibiera el nobel de la paz,
y si el mundo, cansado de sí mismo, aplaudiera tal desvarío,
tendríamos que admitir, aunque duela, que el desvarío
es ya ley firme, y que la razón apenas recuerda lo que es capaz;
porque no digo la humanidad, que esa, pobre, jamás
dejó de caminar entre gritos viejos y miedos fríos,
sino la sombra de lo que fuimos, perdida entre despojos tardíos,
donde cada acto absurdo convierte el futuro en antifaz;
mirad bien, no digo la humanidad, insisto, digo el asombro,
esa criatura frágil que respira entrecortado, como temiendo
que el suelo revele la risa amarga del destino engañoso;
pues si tal premio llegara, mejor será escribir bajo escombros
que hay un signo, y en él el caos, tan próximo, tan hirviendo,
como quien sabe que el fin empieza lento, pero nunca hermoso.
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